martes, 28 de enero de 2014

Sin más que lo puesto



   Cada paso que doy es incierto. Se que me dirijo a un sitio concreto, pero no se por qué camino. Se que hago lo que todo el mundo hace. Estudio una carrera, salgo por ahí con los colegas, cuido a mi familia y follo cuando puedo. Y aun con todo esto hay momentos en los que no me siento lleno por completo. Se que puede deberse a la insaciable voracidad humana, en la que todo es poco y siempre queremos más. Pero no creo que vayan por ahí los tiros.

No voy a mentir. Me siento satisfecho con mi vida hasta ahora. Creo que he perdido el tiempo cuando lo tenía que perder, he hecho lo que creía correcto y he pedido perdón a quién he jodido. Pero aún así me intimida la idea de que mi felicidad dependa de tantas cosas que están fuera de mí. No hablo de las personas a la que quiero, pues ellas también me conforman. Hablo de lo superfluo, de las vanalidades que ya no lo son tanto por tenerlas incrustadas en nuestra cultura. Internet, publicidad, consumismo, prestigio social, tecnología... Toda esa mierda. Mierda que está bien como algo puntual que haya en la vida, no como la necesidad en la que se está convirtiendo. Para ser alguien debes tener una carrera (como mínimo), un trabajo respetable, un buen coche, un iphone y una reputación acorde a la sociedad en la que vivimos.

A lo que voy es que es antinatural sentirnos desnudos ante la perspectiva de una realidad sin todas estas cosas que nos facilitan y dirigen nuestra vida. Vida que, por desgracia, no es auténtica. Nuestra existencia debe desarrollarse dentro de un molde, o la sociedad la desechará. Hay que atenerse a normas que intentan vendernos como necesarias para la convivencia y productivas para la humanidad. Y esta idea cada vez me suena más falsa con todo lo que veo.

Estoy harto de dar por sentadas verdades a medias solo porque todos lo hacen. Solo porque es lo normal. Dicen que somos libres, pero cada vez tengo más claro que no. Y no porque la libertad acabe donde empieza la del que tenemos al lado, sino porque termina donde dicta un gobierno que se subordina a otro más poderoso, y no a su pueblo como debería ser. Vivimos anestesiados con el guión de vida idílica que se supone debemos seguir, en vez de ser nosotros los que nos inventemos.


Aunque no se a dónde me llevan mis pasos, se que será mejor que donde ahora me encuentro. Me despojaré de todo aquello que me ata durante un tiempo. Saldré de aquí para volver con otra perspectiva. Echaré mano a mi paquete de tabaco, mi mechero, mi papel y mi china. Ya encontraré cenicero. Caminaré hasta llegar al horizonte de cada ciudad, para ver que allí empieza otra distinta. Así sabré lo que creo, y lo haré sin más que lo puesto.









A Cristopher Johnson McCandless (1968-1992)



sábado, 18 de enero de 2014

Hollywood´s Gentelman



Las gotas de lluvia discurrían por el cristal de la ventana en hileras. El hilo musical empezaba a ser insoportable, y la insidiosa manía de mi compañera de banco me iba a hacer perder los estribos. No paraba de enfundar y desenfundar un boli que tenía en la mano. Por si fuera poco, y no bastándole ese irritante comportamiento, también acompañaba ese sonido con carraspeos casi sincrónicos por minuto.

Gracias a Dios me hicieron llamar. Una secretaria muy atractiva que estaba frente a la puerta del director me indicó que ya podía entrar. Al pasar junto a ella, la sensación que tenía en la sala de espera se disipaba. Que olor tan delicioso desprendía, y sonreía como si la gilipollas del bolígrafo no la estuviera molestando a ella también.

Entré, sobre en mano y erección descendente, en el despacho. Estaba cuidadosamente ordenado y limpio como una patena. Lo único que desentonaba era un cenicero rebosante de colillas que había sobre la mesa. A mí me pareció perfecto, ya que el director hablaba por teléfono y me indicó con un ademán que si quería fumar era libre de hacerlo. Acepté de muy buen grado.

Mientras esperaba a que acabara su conversación, no paraba de pensar si sería lo bastante bueno. Todos mis amigos, familiares y colegas del gremio lo habían leído, y les había gustado. Pero claro, vete a saber si este hombre coincidiría. Era un profesional muy exigente según me habían dicho todos, pero yo acudí a él por lo que le dio fama: todas sus películas están basadas en guiones de gente completamente desconocida, sin preparación profesional. Y sin embargo, se han convertido en éxitos de taquilla.

Por fin el director colgó el teléfono.Caminó desde la cristalera que hacía de cuarta pared y se sentó en su silla. Abrió el primer cajón del que sacó una caja de madera tallada y un encendedor que seguramente costara más que mi vida. Todo esto se desarrolló a una velocidad extremadamente lenta.  Su parsimonia era tal que parecía desinterés, lo que hizo que me pusiera aún más nervioso. Me miró a los ojos  y comenzó a dibujársele en la cara, como no muy lentamente, una maquiavélica sonrisa.

-No voy a leerlo. Por lo menos hasta que no decida si haré el corto.

Cuando lo dijo pensaba que se estaba cachondeando. Que era una broma para romper el hielo. Yo me reí. Pero su silencio se prolongaba hasta volver a tensar el ambiente.

-Disculpe señor pero si no lo lee, ¿como decidirá si hacer el corto o no?

El tío ni se inmutó ante mi comentario. Estaba ojeando entre los discos que tenía apilados en una extraña estantería junto al escritorio. Al final dio con uno y lo metió en el equipo.

-Te voy a contar una historia. No te alarmes, no es muy larga. Cuando acabe te haré una pregunta y, según tu respuesta decidiré que hacer con el guión.


Era increíble la clase que tenía este hombre. Esa frase, que habría sonado pedante y estúpida en los labios de cualquiera, saliendo de él era una refinada obra maestra. ¡Qué confianza desprendía su voz, sus gestos y su mirada! 

-Cuando quiera señor- le dije

-Es importante que sepas que tu respuesta ddebe ser simple y concisa. Con una frase bastará. ¿Entendido?

-Si señor.

-Bien. Allá va:

"Un Rey con grandes tierras y mucho tiempo que perder hacía llamar una vez al mes a los mejores de cada gremio. Ese mes concretamente llamó a los músicos. La cola era tan larga que salía de palacio hasta ocupar la mitad de los jardines. La tensión se palpaba en el ambiente, ya que aunque no era obligatorio presentarse ante el monarca , si lo hacías y eras el mejor te colmaban de riquezas, pero si eras el peor te colgaban. La severidad de su majestad no conocía límites. Además se rumoreaba que tras la infidelidad de su esposa, su pena y su ira estaban a flor de piel. El mes anterior le tocó al gremio de los zapateros y colgó no a uno, sino a tres hermanos que regentaban un negocio llamado Tu horma es mi horma.

Fueron pasando uno tras otro. Verdaderos artistas algunos, ya fuera con la mandolina, con el cajón o cantando. Pero el rey no parecía sorprendido. De lo que no perdió detalle fue de un hombre muy muy feo que aguardaba a que acabara su esposa. Ella estaba en el escenario, y cantaba como los ángeles. Sus bailes estaban cargados de erotismo, y su mirada lasciva sobrecogió hasta al rey en su trono. Cuando terminó entró su marido con una mandolina en la mano. Estaba sudando tan frío que de sus poros parecía salir escarcha. Comenzó a tocar una melodía tan triste como asincrónica. De vez en cuando levantaba la mirada del mastil de la mandolina, bien para mirar la inexpresiva cara de monseñor o para ver como su mujer sonreía, despreocupada de su posible suerte. Cuando acabó, tanto los artistas que ya habían actuado como los que estaban por hacerlo suspiraban aliviados. Difícil iba a ser hacerlo peor que este personaje. Pero en contra de todo pronóstico, el rey se puso en pie y  mandó cubrir de oro al feo aldeano y colgar a su esposa."

-¿Por qué?

-Porque para muchas cosas no es tan importante qué o quién, sino cómo y cuando.













miércoles, 15 de enero de 2014

A.L.


    "La realidad es distinta dependiendo de con qué lente mires" Erich Fromm (1900-1980)

Puede que tras este desahogo escrito no llegue a nada concreto, y solo redunde en palabras rimbombantes que concluyan en eruditas y satisfactorias afirmaciones. También es posible que los argumentos empleados en sostener mi tesis sean inapropiados y la forma de hilarlos inconexa. O puede que al ver el título y la foto nadie lo lea porque el hiperrealismo suena tedioso, exigiendo mucha paciencia y minuciosidad.

Lo que vengo a transmitir es que la realidad no es "la", sino "una". No es única, ni objetiva ni absoluta. Pero la gente no alcanza a entenderlo. Ni siquiera a planteárselo. Para todos la realidad es lo que tenemos delante, lo que pensamos de verdad, lo que sentimos mas pura y auténticamente. Diciéndolo de un modo filosófico y técnico, es "lo real" de nuestra percepción sensorial.

Soy de la opinión de que vivimos en el mismo mundo, pero no somos la misma persona. Cada uno tiene delante lo que alcanza a ver, siente los sentimientos con los que se ha tropezado y piensa con sus adentros y con las ideas que le llueven. De esta manera, cada uno vive en su realidad, que irremediablemente influye en la realidad del de enfrente.

Sin embargo, nuestra sociedad funciona como si solo hubiese una, común a todas las personas. Una realidad en la que no hay empleo, suben los impuestos y se acalla al pueblo. En la que la la apariencia es el cimiento mas grande de la personalidad. En la que conocemos el precio de todo y el valor de nada. Por desgracia todo esto es cierto, pero no es la realidad. Es una. Hay otra en la que una anciana llora de emoción al reencontrarse con su hijo en una manifestación, Susan Boyle triunfa como artista y millonarios altruistas aportan su granito.


El marco que encuadra la existencia a veces es tan determinante como el retrato que contiene.