jueves, 13 de marzo de 2014

La alfombra escarlata




"Son las tres de la mañana de un día indeterminado. Apenas llevo una linea escrita y el corazón se me acelera. Todavía tengo metido en la cabeza el insidioso tintineo de la campanilla de la puerta del portal. Al entrar al piso miré a mi alrededor y me vi tan vacío por fuera como por dentro. Solo un sillón y la mesita de madera que hay junto a la ventana me hacían compañía. La alfombra escarlata contrastaba con el azul apagado de las paredes, por las que se proyectaba el vaivén de la sombra de un murciélago.

De tanto trasnochar, bien fuera por el insomnio o por la necesidad de vivir en la oscuridad, mis momentos de lucidez se limitaban a cuando se ponía el sol. Bien es verdad que el suelo del piso se congelaba por las noches, por eso siempre me limitaba a estar donde la alfombra lo cubría. Con los pies fríos no se piensa bien, y últimamente lo único que hacía era eso: pensar. Pensaba en la soledad que me acompañaba, en la distancia que me separaba de la única mujer que algún día llenó parte de mi innato vacío. Mi alma hueca solo alberga nostalgia que gotea lentamente hasta el día que se seque. Hasta entonces seguiré recordando. No perderé la imagen de aquellos momentos que me hicieron pensar que la vida era más que un trámite entre un día y el siguiente. No caeré del todo en el pesimismo cuando me siento vacío mientras sigan apareciendo en mi mente.

Y muchos de esos recuerdos son contigo. Tú eres esa chica, la que día si día no me sonreía. La francesita que me atrapó sin trampas ni mentiras, solo con su sombrero y su vestido. La que me llevó del cielo al infierno en un suspiro. La que me mantiene aquí preso, o más bien, escondido. Prefiero imaginar lo que hubiera sido en vez de vivir algo y que no sea contigo."



















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