miércoles, 18 de diciembre de 2013

Mi naturaleza



Entre aceras y hormigones nadie repara en ello. Entre todos los quehaceres del día a día no se deja ver. Puede ser porque esté enterrada en lo más profundo de nosotros o porque la hayamos perdido para siempre.En el fondo nadie se lo plantea, estamos demasiado ocupados viendo telebasura, atentos al nuevo lanzamiento de una estrella tan mediática como fugaz o a la bajada de precio del nuevo iphone para comprarlo sin pensarlo dos veces.
Estamos tan absorbidos por el ritmo de nuestra sociedad que las pequeñas cosas son demasiado pequeñas para hacerse un hueco en nuestras vidas. Francamente es triste.

Ella empieza a perderse cuando vamos creciendo. De niño esto no pasa, pues cada individuo es consciente solo de su realidad inmediata. No entiende de protocolo, de política o de economía. No sabe de las maravillas y las desgracias de la sociedad, del mundo y de la historia. Él es lo que ve, lo que oye, y lo que siente. Aún no estamos contaminados de humanidad.

Luego todo va cambiando. Nos invade una extraña necesidad de pertenencia al todo, perdiendo poco a poco y sin darnos cuenta el interés y la espontaneidad de lo cercano; de lo que nos es en realidad inmediato. Ponemos más empeño en ser ciudadanos del mundo que de nuestra calle. Preferimos pasarnos la tarde entera encerrados en el ordenador en vez de salir a dar una vuelta. Colaboramos con 5 míseros euros al mes con Unicef (si eso) pero no bajamos ni una sola vez las sobras al mendigo que duerme en el supermercado de la esquina .

Esta devoción societal es tan silenciosa que la gente no cree en ella realmente: "La sociedad quiere lavarnos el cerebro, pero solo influye a algunas personas" "Yo hago lo que quiero y me da igual lo que piense la gente" "Hay que aportar cosas al mundo, yo quiero ser útil a la sociedad". Todo mentira. Como mucho, y matizándolas, las dos últimas afirmaciones tendrían algo de cierto. Pero, ¿que la sociedad no controla a las personas?. Me descojono.

La gente se cree que no, pero así es. Y esto es precisamente por perderla a ella. Cuando nos falta, lo que nos mueve solo son pensamientos, sentido común y curiosidad. La sustituimos poco a poco por la humanidad. Y me da mucha pena, porque es triste que no puedan desarrollarse juntas. No quiero que se me malinterprete. No estoy criticando la humanización, sino la perdida que esta conlleva.

La perdida se trata de nuestros instintos, de nuestras pasiones más bajas, de nuestras apetencias primarias.
No saboreamos lo que comemos, no disfrutamos mirando lo que vemos, no degustamos el momento. Nos pesa tanto la máscara que llevamos, las preocupaciones de pertenencia al mundo y de estar informados de su actualidad que no digerimos nuestro día a día, sino que lo engullimos si concuerda con lo que engullen los demás.

Es necesario vivir en sociedad, nutrirse de ella y de su cultura, pero no podemos permitir que guíe nuestros pasos. La única manera de hacerlo es regresando a ese estado que atravesamos de niños, cuando no la habíamos perdido. Para poder asentarla primero hay que encontrarla, y no es fácil. Yo muchas veces creo que la he encontrado, pero creo que nunca se esta seguro del todo.


2 comentarios:

  1. Muy bueno.

    Aunque sea meterme donde no me llaman. me cuesta un poco leer el texto en negrita. Saludos.

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  2. No es meterte donde no te llaman amigo! la verdad que esta fuente es basura. Consideraré cambiarla!

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