jueves, 6 de febrero de 2014

En el límite






Es difícil saber si estás cerca o si te has pasado de largo. Muchas mañanas me levanto pensando que soy un tío cabal y a media tarde vuelvo a mi realidad. No siempre fue así, eso también tengo que decirlo. De niño era mucho más simple. Deambulaba por un castillo de enormes jardines en los que no nos dejaban jugar. Las hermanas de impolutos hábitos y férreos principios no titubeaban al mandar a los blasfemos a fusilar. Yo era listo y fumaba sin ser visto en los lavabos del segundo piso. Mi amigo Jesús se supone que estaba conmigo, velando por mí y mi porvenir, pero yo no veía más allá de una contestación a un estornudo.

Pasaron los años y el poder y la autoridad pasó a manos de las niñas. Lo que de verdad me ponía el corazón en un puño no eran los castigos de las monjas, sino la sola presencia de la princesa. Yo no me fijaba en lo maquiavélica y retorcida que podía ser, solo quedaba aturdido por su mera presencia.
En verdad no fue solo a mí. La mayoría estábamos hechizados, y nos costaba entender que más que las hijas de un rey eran unas hijas de puta.

Un día nos aventuramos a salir de aquella cristiana fortaleza. A conocer lo de fuera, a ver lo que nos esperaba tras los muros. Nos invadía una mezcla de curiosidad y miedo a lo desconocido, más si no hubiera imperado el primer motivo nadie se habría aventurado a salir. Eramos tantos los decididos que costaba acordarse sin mirar a un lado y a otro de quien había venido y quién no.

Como en todo gran grupo, comenzaron a surgir discrepancias. Había quien quería cambiar de ruta, quién quería regresar y quien no sabía por qué decantarse. Tarde o temprano todos acabaron volviendo. El poder hacía tiempo que había pasado de las niñas a la mayoría. Pero en mí no caló del todo. Al menos en ese momento. Siendo realista, estuve a punto de darme la vuelta y regresar. Sin embargo, algo no me dejó hacerlo. Ese algo sigue dentro de mí, y me nubla cuando me acerco a la frontera entre lo que se supone debo hacer y lo que realmente quiero.

Se que esta voz interna puede que algún día me salga cara. Por ahora siempre me ha guiado, aunque a veces a sitios horribles en los que las bestias me acechaban. Es una fuerza ilógica, una energía abstracta que funciona al margen de las leyes de la razón. No es tangible y siempre es tachada de defecto. Y aun así si la perdiera no se que haría sin ella. Y es que esto que me dio fuerzas para seguir era motivo y efecto de mi viaje. Necesitaba respuestas, y alguien de fuera podría encaminarme.









No hay comentarios:

Publicar un comentario